—¡Ya que ya te has encontrado con Iván, deberías saber que lo de Néstor no es tan sencillo! No es que tú y yo estemos haciéndonos los enamorados frente a Diego y todo se resuelva.
Lo que Carlos me dijo, lo entendí perfectamente, pero solo podía hacer esto por Néstor.
Con una expresión inocente, parpadeé lentamente y lo miré fijamente.
La expresión molesta de Carlos me pareció algo graciosa. Salté del lavabo, me acerqué a él, me puse de puntillas y le di un leve beso en la barbilla, preguntándole:
—¿Esto es suficiente?
Él no reaccionó, así que volví a ponerme de puntillas, pero él fácilmente se apartó.
Me encogí de hombros: —Parece que no quieres ayudarme.
No esperé a que me respondiera, pasé por su lado y me preparé para irme, pero me detuvo sujetándome la muñeca.
Carlos entrecerró los ojos, y en su mirada surgió una incomodidad extraña: —¿A dónde vas?
—Voy a buscar a Diego. Si no puedo contar contigo, tendré que buscar mi propio camino.
Carlos soltó una risa amarga: —¿Qué va