—¿Qué empresa? —le pregunté a Néstor.
—Ah, una empresa de tecnología.
Aún no lo entendía completamente, ni sabía qué más preguntar. Solo pude hacer la pregunta más básica: —¿Es difícil?
Hizo una mueca: —No tanto.
Lo miré fijamente, como si en ese momento mi vista se hubiera quedado atrapada en él.
Por un instante, solo lo veía a él, pero no podía responderle.
No era difícil imaginar cuántas veces Néstor tuvo que hablar con su papá para que él cediera, o que salvar una empresa que había estado perdiendo dinero por tres años era una tarea casi imposible. Y él, por mí, aceptó ese desafío tan exigente.
Solo me mencionó los aspectos positivos, pero no habló de qué pasaría si fracasaba.
¿Qué le esperaría a él?
Néstor había hecho tanto por mí, y yo no sabía cómo retribuirle todo eso. Mi corazón no podía evitar sentirse culpable.
La situación con Carlos estaba tomando un giro incontrolable, y mi mente y mi cuerpo no estaban preparados para aceptar a un nuevo hombre. Al menos ahora, t