Ya es de día. Imi se ha puesto el despertador a las seis y media porque se ha leído a la perfección
el manual del café y lo último que quiere es llegar tarde. Fuera todavía es de noche. Imi se viste,
apura mucho el corte de las uñas de las manos y saca de la hucha un billete de veinte libras
esterlinas: la fianza para su uniforme de asistente general.
Anoche, el director de filial le explicó que los uniformes de Proper Coffee se confeccionan con
los mejores materiales y, en consecuencia, son muy costosos. La fianza, por lo demás, le será
retenida tan solo si llega a perder el uniforme o lo estropea; y, considerando lo cuidadoso que es,
no hay motivo por el que preocuparse.
Se le exigirán además otras fianzas para la llave de la taquilla y para la tarjeta magnética de
identificación: nada menos que cuarenta libras esterlinas que Imi tendrá que desembolsar a
Proper Coffee antes incluso de recibir su primer sueldo. Una cifra desorbitada para él, pero que
el director de filial, con una so