KAESAR:Ambos sentimos el primer rugido unido que salía de nuestros lobos: Kian y Laila, nuestros Alfas Reales, estaban listos. El gruñido emergió de nuestros pechos, profundo y gutural. Era su modo de decirnos que éramos uno, listos para todo. No estábamos solos, teníamos a todos.Tomé a mi Luna de la mano y, decididos, salimos de la cabaña convertidos en nuestros lobos Alfas. Nuestro rugido emergió, avisando al mundo que los Alfas Reales estaban vivos y que irían tras ellos. Y como si la misma tierra respondiera a nuestro llamado, emergió delante de nosotros el ejército de veteranos del difunto Alfa Ridel.—¿Qué ordenan los Alfas? —preguntaron, inclinando la cabeza ante nosotros, reconociéndome también como su Alfa—. Ordenen y serán obedecidos.—Por ahora, solo queremos que permanezcan visibles para que la manada se si
KAELA:Miraba la actitud de Kaesar a mi lado, sintiendo cómo mi admiración y mi amor crecían a pasos agigantados. Él tenía la fama de ser un Alfa cruel a mi regreso, de no dar explicaciones a nadie. Todos le temían por ser el último Alfa Real y, sin embargo, aquí lo veía, protegiéndome con seriedad y respeto hacia los ancianos de mi manada.—Antes de contestar a esa pregunta —enfrentó al joven consejero—, primero debemos analizar lo que ha sucedido y no olvidar dónde nos encontramos, y que hay cosas más importantes que discutir que la marca de mi Luna.—Pero eso es una falta de respeto al Consejo, tomar esa decisión cuando todavía nuestra Luna no ha sido proclamada como tal —insistió el consejero.Pude sentir cómo la mano de Kaesar apretaba la mía, y los ojos de su lobo Kian brillaron al aparecer junto con u
KAESAR:El consejero nuevo palideció, retrocediendo hasta chocar contra el tronco de un roble antiguo. El anciano Marcus no se inmutó. Nunca antes había visto en él respeto, pero ahora lo percibía en su mirada, no solo hacia mí, sino también hacia mi Luna.—Nunca antes dos manadas se han unido sin derramamiento de sangre —dijo la anciana Liora, acercándose con paso lento—. Pero los dioses susurran en mis sueños. Esto ya estaba escrito.Aún en mi forma de lobo, avancé hacia el centro del círculo. Mi pelaje, negro como la noche, se erizó al cederle el control a Kian, quien alzó la cabeza y aulló. No era un sonido cualquiera; era el aullido de un Alfa Real reclamando lo que le pertenecía.Kaela, a mi lado, me imitó. Laila llamó a su manada, y esta respondió. Uno por uno, los lobos de los Guardianes y los Colmillos R
ARTEÓN:Miraba a mi madre sin poder creer lo que me decía. Era imposible. ¿Por qué no me dijo que los Alfas Reales podían fingir su muerte? No sé mucho de ellos; en verdad, casi nadie sabe, así que no estoy seguro de que lo que me acaba de decir sea cierto. Pero lo que sí sé es que mi primo, el alfa Kaesar, sobrevivió a mi ataque. Lo escuché claramente: el aullido llamando a su manada. Todos lo escuchamos, y ellos le respondieron desde todas partes de su territorio, lo cual me indica que vendrá contra mí.—Mamá, ¿estás segura de eso? Si en verdad Kaela está viva, fue mi primo quien la rescató. Ella debe haberle avisado con los superpoderes de los Alfas Reales. ¿Cómo puedes estar tan segura de eso? —pregunté de nuevo, todavía sin poder creerlo. Escuché con claridad cómo el corazón de Kael
KAESAR:Habíamos regresado a la montaña, un lugar que pertenecía a ambos territorios. No dejé que Kaela aullara a mi lado para no alertar a cada manada de que estaba viva; era mejor que siguieran creyendo que había muerto. Que temblaran al saber que yo, el último Alfa Real, buscaba justicia. Mi lobo, Kian, rugía impaciente dentro de mí, sediento de venganza. Sentía cómo sus garras arañaban mi interior, exigiendo salir y destrozar a todos los que nos habían traicionado. Pero no. Esta vez necesitaba mantener el control. —Tranquila —le susurré a Kaela, a mi lado—. Nadie volverá a tocarte. Alcé la vista hacia la luna, sintiendo su poder atravesar cada fibra de mi ser. Los aullidos de mi manada resonaban como un coro de guerra, recordándome que no estaba solo. Que los Alfas Reales existimos por una razón: mantener el orden. Y mi primo había cruzado todos los límites. —Kian —murmuré, sintiendo el poder ancestral correr por mis venas—, pronto tendrás tu venganza. Sentí a Kaela move
RUFÉN:Toda mi vida había sido rechazado por mi familia. Mi padre, el Alfa Kisian, me recogió y me crió como su segundo hijo, pero nunca me consideró uno. Toda su energía estaba enfocada en Kisian, mi hermano mayor; su hijo biológico y un Alfa Real. Eso era todo lo que necesitaba para ser el elegido en todo. No importaba cuánto me esforzara, nunca era visto. Comencé a odiar a Kisian desde que era un niño, a pesar de que él me llevaba a todas partes y hacía que me respetaran. Lo odiaba con todo mi corazón. Lo peor vino después, cuando la mujer que eligieron para que se casara fue Artemia, quien resultó ser mi pareja destinada. Le rogué que no lo hiciera, pero lo hizo, diciendo que me dejaría estar con ella mientras él estuviera con su pareja destinada. Sin embargo, Lirael desapareció y Artemia nunca me aceptó. Mi furia fue tal que lo ataqué y casi lo mato con el veneno de los arteones, pero Artemia lo salvó, y mi padre me desterró de la manada. Todo este tiempo he estado uniendo fi
KAESAR:Había dejado que los miembros del consejo de ambas manadas resolviesen todo lo relacionado con la unión; mi mente se había quedado anclada en el hecho de que mi madre, la Luna Artemia, no era mi madre biológica. Recuerdo cómo, en momentos de calma bajo el brillo de la luna, mi padre hablaba de Lirael, la loba que nunca conocí. Su voz se llenaba de un profundo respeto cada vez que pronunciaba su nombre.“Kaesar”, me decía, “si alguna vez sientes la llamada de tu pareja destinada, y no es una Alfa Real como tú, asegúrate de buscarla entre las Lobas Estrellas Celestiales. Ellas son guardianas del alma y portadoras de antiguos poderes, conocidas por su lealtad y su capacidad de ver más allá de lo físico”.Su imagen florecía en mi mente: lobas de pelajes brillantes, del color del cielo nocturno, marcadas por constelaciones que reluc&iacut
KAESAR:Una sonrisa fría se dibujó en mis labios. Así que el cobarde prefiere jugar sucio. Tomé la mano de mi Luna, y juntos pronunciamos un nuevo sortilegio que habíamos aprendido. Por primera vez, decidimos anunciar al mundo sobrenatural que estábamos juntos y que íbamos contra ellos. Pero lo más importante: éramos más poderosos que ellos. Podíamos proteger a los nuestros y devolver el ataque con la misma fiereza, o incluso peor. El aire se electrificó a nuestro alrededor mientras el sortilegio tomaba forma. La energía fluía entre nosotros como un río plateado, alimentándose de nuestra conexión y del poder ancestral que corría por nuestras venas. —¡Ahora! —grité, y nuestras voces se fundieron en una sola mientras el hechizo se liberaba. Una onda expansiva de luz plateada brotó de nue