Ava tomó una última respiración profunda y entró. El aire dentro de la habitación le resultó denso, y pesado. Parecía que cada paso que daba era un susurro en el silencio, como si el tiempo mismo se hubiera detenido. La luz tenue de la lámpara junto a la cama le daba a la escena un tono sombrío y casi irreal. La figura de su madre descansaba allí, con su cuerpo delgado y frágil, siendo un contraste cruel con la mujer fuerte y llena de vida que había sido en su juventud. El cabello, antes tan cuidado y brillante, estaba ahora revuelto sobre la almohada, como si su madre hubiera perdido incluso la fuerza para peinarse. Se veía más pequeña, más quebradiza de lo que Ava recordaba, y eso le rompió el corazón. Esa mujer que solía ser su fortaleza ahora parecía una sombra de sí misma.
El dolor la envolvió como una manta pesada, y un nudo se formó en su garganta. Sabía lo que estaba por ver, pero no podía evitar sentir esa punzada de angustia al enfrentarse a la realidad. Sus ojos se llenaron