POV HERNÁN
No hay forma elegante de tragar el orgullo cuando lo que te quema por dentro no es solo rabia, sino instinto.
Me aparto de Clara con suavidad, aunque cada fibra de mi cuerpo quiere seguir pegada a ella. El Guardián retrocede unos pasos más y se acomoda en un rincón de la casa, cerca de una ventana, como si su sola presencia no acabara de alterar todo el equilibrio del ambiente, pero lo hace. No solo lo altera, también lo sacude. Y me duele admitirlo.
—Hijo… —dice mi padre, acercándose—. No tenías que saltar así.
—Sí tenía —respondo, sin levantar la voz, pero sin dar espacio a réplica—. Porque no soy solo su pareja. Soy su compañero de vida, y ese tipo apareció jurando proteger lo que yo ya juré con el alma.
—Nadie pone en duda eso —interviene mi madre, con esa mezcla de dulzura y firmeza que usa cuando las emociones se calientan demasiado—. Pero él no está aquí para reemplazarte, Hernán. Está aquí porque el destino lo puso en el camino de Clara. Así como a ti.
Clara se ace