Andrea lo mira escéptica, todavía sin sentarse. Carga todo su peso en una cadera y levanta una ceja.
—¿De qué quieres hablar?
—No lo sé— se encoge de hombros —, ¿cómo te ha ido con las clases?
—¿En serio? — resopla —¿Quieres pedirme otro favor? Tan solo dímelo.
Matteo se recuesta en la silla, tuerce los labios hacia un solo lado y cruza los brazos. Luce ridículamente contemplativo. Pero luego su ceño se frunce y descruza los brazos para inclinarse sobre la mesa, demasiado cerca de ella.
Andrea retrocede un poco y como el resto de las veces que debe enfrentar a Matteo, su cuerpo reacciona de esta