...Pero la puerta aún tenía seguro. Le toqué la ventanilla, parecía no escucharme, así que golpeé con más fuerza hasta que al fin decidió abrirme.
—Idiota —musité entre dientes y subí al auto.
—¿La muñeca amaneció de mal humor? —se burló.
Mi día había empezado de maravilla hasta que me topé con este adefesio.
—Cállate y conduce que se nos hace tarde — exclamé mirando por la ventanilla.
—Vale, pero antes solo quiero decirte algo —habló de forma seria y lo miré interrogante—. Que sea la última vez que le hablas así a mi mamá.
Reí.
—No estoy jugando, Jia. —Se acercó a mí de forma amenazante.
—¿Y si no qué?
Levanté la mirada, no me inmuté, no iba a asustarme, y me acerqué más a él, con nuestros rostros casi rozándose, mantuvimos una lucha de miradas que Dios sabe cómo lo resistí.
—No te tengo miedo, Jackson —dije de forma burlesca—. Tu madre fue la causante de todo el dolor que mi mamá está sufriendo en este momento. No tienes el derecho de decirme que no la trate como lo merece, así que