El rugido del motor del Mercedes Benz resonaba en las calles de aquella ciudad Tuca, Nadia apretó los puños con frustración mientras observaba por la ventana del coche los edificios pasar a toda velocidad.
Se dirigía a un futuro prefabricado, un matrimonio por conveniencia con un hombre al que ni siquiera conocía. Su padre, sentado a su lado, miraba hacia adelante con expresión seria, como si estuviera contemplando un horizonte lejano.
— Siempre me dijiste que podría elegir a mi esposo, que yo podría decidir a quién amar —se quejó Nadia indignada, viendo cómo el fin de su libertad se acercaba un poco más a cada segundo—. Del mismo modo en que tú solo tuviste una esposa por amor. No quisiste tomar una segunda esposa ni siquiera volviste a casarte el día en que ella murió, asegurándote un heredero y teniéndome como única hija. Y ahora comprometes mi vida a un hombre que no conozco.
Su padre, un hombre de negocios adinerado y tradicional, había decidido que era hora de que su hija sentar