110. Justificando crímenes con más crímenes.

Irina se soltó de la mano de Amir con un gesto brusco, como si el contacto físico de sus dedos le quemara la piel. Sus ojos parecían dos brasas ardientes en un rostro pálido de ira, lanzando dardos de reproche hacia Sven.

—¡No puedo creer que lo defiendas después de todo lo que ha hecho! —exclamó con la voz ahogada, luchando por contener las lágrimas que pugnaban por brotar—. Dice ser mi padre, pero lo único que le importó fue abandonarme en manos de un mafioso que maltrata mujeres —dijo, fulminando a Sven con la mirada—. Entre tú y Asad, eres el peor.

Sven guardó silencio, sintiendo el peso de las palabras de su hija como una losa sobre su pecho. Sabía que no había excusa para sus actos, ni siquiera el amor que sentía por Irina podía justificarlos. Pero tampoco podía negar el lazo que los unía, la sangre que corría por sus venas, aunque fuera manchada por el pasado.

—Irina, por favor, entiende que estoy tratando de hacer lo correcto ahora —rogó Sven, extendiendo una mano hacia ella e
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