Lorena volvió a la Villa Nieves para una cena y fue recibida con una calurosa bienvenida por toda la familia. Flavia estaba especialmente entusiasta, casi en exceso. Sara, sin embargo, no estaba presente y no volvería a estar en esa casa.
Domenico observaba a su hijo Urso cocinar, mientras comentaba junto a Lorena:
—Verás, la salsa que acompaña las gorditas es muy importante. En nuestra familia, siempre preferimos usar salsa roja. Urso incluso trajo especias frescas desde México.
Lorena sonreía mientras escuchaba a Domenico hablar sobre los orígenes de las especias, aunque pensaba para sí misma que quizás era demasiada salsa para su gusto.
Afortunadamente, había otras comidas y todos conversaban y reían, creando un ambiente relajado. Domenico, sin pretensiones, no dejaba de elogiar a su hijo Urso. Su esposa, Flavia, apoyaba cada palabra, y hasta a Domenico le parecía más agradable.
—Señorita Suárez, ¿qué opina de Urso? —preguntó Flavia.
Lorena entendió la indirecta y, sonriendo, miró a