Carmen asintió solemnemente.
Así que Lorena y su grupo abandonaron por fin el hospital.
Fernando los acompañó abajo y arrugó el entrecejo.
—Lorena, me he enterado de todo lo de Majara, ¿eres muy amiga de la familia Nieves?
Lorena frunció los labios y sonrió.
—¡Urso me ayudó mucho!
—Lorena, no es que esté causando problemas, date prisa y vete cuando termines, la familia Nieves no es tan fácil de aprovechar, si no tienes valor, ¿cómo van a dejar que te aproveches de ellos?
Fernando tenía un poco de razón.
Pero Lorena se limitó a sonreír suavemente, «¿Cómo puedo irme?»
—Sr. Tamayo, no tengo prisa, pero gracias a que ha estado hoy aquí, le invitaré a cenar la próxima vez.
Fernando sonrió y agitó la mano.
—Ya, aquí la gente hace negocios en la oscuridad, no digas que no te lo advertí, ¡huye si pasa algo!
Lorena sonrió y asintió: —Vale, lo recordaré.
Lorena y los demás se marcharon.
En el camino de vuelta, Alfreda dijo con un suspiro de alivio: —¡Qué suerte esta vez! ¡La Srta. Tamayo es tu f