Había una emoción indescriptible en el pecho de Juan, irritable y deprimida, pero no podía dejarla salir.
La tez de Lorena palideció ligeramente y le ignoró.
Las palabras de Polo fueron demasiado impactantes.
Quería comprobar.
Lorena hizo acopio de sus emociones y abrió la puerta del coche antes de que pudiera entrar:
—No es bueno, será mejor que te alejes de él.
La voz de Juan era profunda y fría, con un toque de advertencia.
Lorena le miró con rostro inexpresivo y tono gélido:
—¡No es asunto tuyo!
De un empujón, cerró la puerta y, sin mirarlo, arrancó el coche de inmediato.
No pensaba en Juan, pero intentaba averiguar qué era real y qué no en todo esto.
De todos modos, no los dejaría en paz.
Lorena volvió al despacho y, tras un momento de vacilación, llamó a uno de los directores del hospital.
Pedro estaba hospitalizado allí y era fácil obtener muestras de sangre y pelos si quería.
Pero era difícil lograr la muestra de Juan, que tenía guardaespaldas a su alrededor en la sombra, así c