Lorena suspiró sin aliento, el hecho de que él insistiera en cuidarla cuando estaba enferma en la universidad e insistiera en darle de comer siempre se le había pegado.
Puso un trozo de guindilla en el tenedor dispuesta a darle de comer: —Abre la boca.
Eulogio no podía comer comida picante, pero quería disfrutar de ese trato preferente en ese momento.
Se lo tragó alegremente de un trago, y luego jadeó ante el picante, ruborizado e incapaz de hablar.
Lorena se salió con la suya y no pudo evitar reírse.
La jovial escena picó a Juan.
Juan reprimió sus emociones y los miró sombríamente, la ira creciendo en su interior.
«¿Cómo podía esta mujer conseguir seducir a tantos hombres a la vez?»
Su cliente siguió su mirada, sin reconocer a Lorena, y la escena le pareció hermosa.
El cliente se rió y dijo: —Las parejas son tan divertidas hoy en día. Ni siquiera es aburrido estar juntos todos los días. A mi hija le pasa lo mismo. Por cierto, señor López, ¿qué edad tienen sus hijos?
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