El loco es mi jefe

—¿Qué está pasando aquí? —Preguntó con voz autoritaria el recién llegado.

—Señor Carusso, ha llegado, qué gusto tenerlo aquí. —Karo abrió los ojos como platos al verlo ahí frente a ella.

—Pregunté, ¿Qué es lo qué está pasando aquí?

—Habló fuertemente mirando inquisitivamente a aquel hombre.

—Está mujer que es una irresponsable, no ha entregado el proyecto del cuál está a cargo y para colmo llega tarde. —Dijo con voz temblorosa, se sentía nervioso al ver al que desde ahora sería su jefe.

Donatello se le quedó viendo a Andrea, ella estaba muda, ¿Qué demonios hacía ese hombre ahí? 

—Señorita, vaya a continuar con su trabajo. —Ya tendría tiempo de arreglar las cosas con ella, sin que nadie más se enterara, pero si creía que podía escapar de él, estaba muy equivocada, fue una casualidad muy grande encontrarla ahí, parecía que el destino lo ayudaba.

—Ordenó con voz autoritaria y fuerte.

Karo salió de ahí de prisa, al salir pudo escuchar que Donatello reprendía duramente a su jefe, no tan solo ella lo escuchó, todos los empleados lo hicieron.

Después Donatello se fue hacia su oficina, Karoline estaba parada cerca de su escritorio, él se le quedó viendo, la figura de esa mujer era agradable a la vista y él no podía evitar verla.

—Pasa a mí oficina. —Por el tono de su voz, Karo se dio cuenta que estaba molesto, lo peor es que era por su culpa.

Todos los empleados sabían que el nuevo director general había llegado, sintieron una tremenda envidia al ver que favorecía a Karoline, los cuchicheos no se hicieron esperar por los pasillos.

—¿Ha venido a conocer mi lugar de trabajo?

—Preguntó desconfiada, dudaba que fuera una casualidad.

—No sabía que aquí la encontraría, creo que la suerte me favorece ya que no ha querido contestar mis llamadas, solo he venido a ocupar el lugar que me corresponde en esta empresa, desde ahora este será mi lugar de trabajo. —Contestó sinceramente.

A Karo le pareció demasiada coincidencia.

—No puedo creer que esté pensando en dejarme plantado, el trato que hemos hecho tienes que respetarlo. —Le dijo muy serio, no quería que a esa mujer se le ocurriera escapar de él de nuevo.

—No es como si me fuera a ir, aquí trabajo. —Respondió muy seria, ahora tendría que soportar a ese loco en el trabajo.

—Eso espero, su puesto y trato en esta empresa será como hasta ahora.

—No necesita decirlo, lo sé perfectamente, si no necesita nada más, voy a continuar con mi trabajo.

—Vaya —Contestó serio, poniendo su atención sobre unos documentos que estaban sobre el escritorio.

Andrea salió de ahí, las miradas de todos sus compañeros estaba sobre ella, se sintió incómoda por eso, se sentó en su lugar de trabajo, tenía que terminar unos diseños para entregarlos a su jefe de inmediato.

Más tarde Donatello deseaba un café, le dolía la cabeza por el desvelo, era la hora de descanso, por lo que su secretaria no estaba, salió de su oficina para buscar ese café que tanto necesitaba.

Karoline tenía amistad con algunos de sus compañeros, se encontraba en la sala de descanso platicando con uno de ellos, Donatello entró en la sala, los empleados se pusieron nerviosos de ver ahí a su jefe, Karo estaba de espaldas por lo que no lo había notado, se estaba riendo de las locuras que su compañero le estaba contando.

A Donatello no le agradó la confianza y complicidad que tenía con aquel chico, terminó de servir su café y se dirigió hacia ellos con rostro serio, el chico lo notó y agachó la cabeza mirando hacia abajo, era claro que el hombre de un metro noventa lo intimidaba.

—Señorita Carlson, necesito que pase a mi oficina. —Dijo mientras sostenía su café en una de sus manos, Karo se sobresaltó al escucharlo atrás de ella.

—¿Otra vez? —Pensó extrañada.

Se despidió de su compañero y se dirigió hacia la oficina de Donatello.

Al entrar, él estaba recargado sobre su escritorio había dejado el café humeante a un lado, sus brazos cruzados sobre su pecho le indicaron que no estaba de buen humor.

—Dígame señor. —Contestó muy seria, ya sabía que él era el director general de la empresa, su compañero le había informado.

—Creo que está de más que te recuerde que debes mantenerte alejada de cualquier otro hombre, pronto serás mi esposa y debes respetarme. —Le pidió claramente molesto.

—Y dale con eso, sigue con el mismo cuento, además hablar con mis compañeros de trabajo no es una falta de respeto. —Contestó molesta.

—Ya le he dicho lo que deseaba, ahora lleve estás carpetas a su escritorio, debe pasar toda la información a un archivo digital, quiero que esté lista hoy mismo sin falta.

Karo abrió enormemente los ojos, eso era demasiado trabajo, si lo hacía saldría mucho después del horario normal.

—No pienso hacer todo eso, ese trabajo no me corresponde, debe pedírselo a su secretaria.

La chica se sentía furiosa, estaba segura de que aquel hombre lo hacía tan solo por molestarla.

—No le estoy preguntando, le estoy dando una orden, soy su jefe y tiene que ejecutarla le guste o no. —Se le quedó viendo fijamente a los ojos.

Ella se sobresaltó, no creyó que le fuera a hablar en ese tono, estaba segura de que todos sus compañeros habían escuchado.

—Se sintió avergonzada, pensó en no hacerlo, pero después de todo él era su jefe

Tomó las carpetas, no tenía caso seguir discutiendo con un hombre tan necio, al salir todas las miradas de sus compañeros estaban puestas en ella, podría jurar que estaban disfrutando lo que había pasado.

—Por lo visto ese hombre me hará la vida de cuadritos. —Tenía que prepararse mentalmente para soportar al loco de su jefe.

Karoline trabajó toda la tarde, pero por más que se esmeró no pudo terminar a tiempo, así que se tuvo que quedar después de la hora de salida, sus compañeros ya se habían ido, cuando recogía sus cosas pudo ver que todavía había luz en la oficina de su querido marido, hizo un gesto de molestia ante ese pensamiento.

Al salir  del edificio, se dio cuenta que estaba lloviendo, ya era tarde, si tenía suerte alcanzaría el último bus, corrió hasta la parada, había olvidado llevar su sombrilla, no pudo evitar llegar toda empapada.

La noche era fría, Karo temblaba mientras esperaba el transporte que la acercaría hasta su departamento, un auto que pasó a gran velocidad aventó agua sobre ella terminando de mojarla por completo.

—¡Genial! Lo único que me faltaba era terminar de mojarme con agua sucia. —Intentó sacudirse un poco, pero fue imposible. —En su mente lanzaba algunos improperios sobre su amado marido.

Donatello había tenido un día de trabajo muy intenso, fue su primer día como director de la compañía de su familia, él acababa de llegar del extranjero y ahora tenía que resolver el gran desastre que había dejado el anterior director, por muchos años se había negado a hacerlo, aún después de la muerte de su abuelo, aceptó sólo cuando su abuela se lo pidió debido a que había enfermado, no pudo negarse de nuevo a hacerse cargo.

Cuando salió de su oficina se dio cuenta de la hora que era, ya solo estaban los guardias y él en el edificio, subió al elevador para bajar al estacionamiento subterráneo donde había dejado su auto, cuando salió del edificio se dio cuenta de que llovía terriblemente.

Al avanzar, una figura solitaria parada en la orilla de la avenida bajo la pequeña caseta, llamó su atención, la persona intentaba resguardarse de la tormenta, al acercarse pudo ver que era Karoline, la chica intentaba cubrirse el frío con sus brazos, los tenía cruzados y tallaba apuradamente sus manos sobre sus hombros, la vio ahí tan desvalida que decidió pararse.

Detuvo su auto justo frente a ella, con un movimiento de su mano la llamó para que se acercara, cuando Karoline lo hizo le pidió que subiera para que ya no se mojara, ella subió enseguida, el frío que estaba sintiendo no le permitió negarse, se apenó por mojar el interior de tan caro auto.

—Qué pena con usted, le estoy dañando la piel de su auto. —Se disculpó mientras temblaba.

—No te preocupes por eso ahora, estás  empapada, te hará daño, necesitas quitarte esa ropa de inmediato.

Donatello le preguntó su dirección, cuando Karoline le dijo, él se sorprendió, era hasta el otro lado de la ciudad,  enfermaría si iban hasta allá, encendió la calefacción, ella aún así temblaba demasiado, él llamó al número de un hotel cercano para hacer una reservación, no quería quedar viudo antes de casarse.

—Nos quedaremos en una habitación hasta que pase la tormenta, por ahora será imposible llegar hasta el otro lado de la ciudad, así podrás darte un baño y cambiarte de ropa.

Sintió calidez en su corazón, nunca nadie se había preocupado por ella de esa manera, ni siquiera el hombre con el que vivió durante un año.

Al llegar al hotel el italiano la cubrió con su abrigo, así evitaría las miradas curiosas, una chica empapada, entrando en un hotel con un hombre y sin  llevar equipaje, llamaría la atención, la chica recogió su cabello en un moño y avanzó al lado del italiano por el lobby de aquel hotel, pensó que se veían de lo más normal porque nadie volteaba a verlos de forma extraña.

Algunas mujeres que se encontraban ahí, voltearon a verlo  descaradamente, él se mantuvo serio, aún cuando notó a aquellas chicas, en recepción le entregaron la tarjeta de la habitación, la chica que lo atendió mordió su labio después de sonreírle, ¿Acaso eso sucedía a dónde quiera que iba ese hombre?

—Vamos. —Dijo, fingiendo no darse cuenta de la acción de la encargada.

Le pidió cortésmente avanzar, el elevador le pareció a Karo muy pequeño, podía sentir su cálido aliento junto a ella, aunque lo intentaba, no podía evitar sentirse nerviosa, cuando estuvieron frente a la puerta de la habitación, él sacó la tarjeta para abrir la puerta, ella tuvo un recuerdo de la otra noche en ese momento, se sonrojó ante eso, al voltear a ver a Donatello le pareció ver una sonrisa en sus labios.

—¿Acaso él había tenido el mismo recuerdo? —Se avergonzó aún más.

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