Besó sus labios posesivo y desesperado, ella sintió como su lengua acariciaba la suya, se estremecía, cuando quería rechazarlo era imposible, él le hacía sentir lo que nunca creyó sentir, era tan suya que podía decirlo sin palabras.
Ella detuvo el beso, necesitaba explicarle todo.
—¡Basta, Kenneth! ¿Qué sucede contigo?
—¡He dicho que no me llames Kenneth!
—Ese hombre solo vino a disculparse.
—¿Disculparse? ¿Por qué? Casi te mata.
—No fue su culpa.
—¿Ahora lo defiendes?
—¿Cuándo te volviste tan celoso?
—¿Celoso? —exclamó John, como si por fin se diera cuenta, tragó saliva y dio un paso atrás, debía reconocerlo, sí, estaba celoso, pero no lo aceptaría, jamás ante ella—. Solo no me gusta ser el tonto de nadie, ya lo fui muchas veces, ¿No lo crees, querida?
Ella le miró dudosa.
—Deja de actuar de esa forma insoportable.
John subió la escalera, alejándose.
—¿No vas a cenar?
—No tengo hambre —sentenció
Amy miró la mesa puesta, sintió tristeza.
«¿Qué está pasando? ¡Dios mío! D