Giovanni no debería de estar allí, no después de haberse repetido una y otra vez que debía mantenerse alejado de Mia. Pero era como si, sim importar lo que decidiera hacer, al final terminaba junto a ella. Era como si ella ejerciera una fuerza atracción a la que le era difícil resistirse.
Ella encendió las luces y caminó hacia la cocina. Su mirada se desvió a sus caderas, parecían moverse como si estuvieran yendo al compás de una música. Sacudió la cabeza, no estaba allí para empezar a fantasear con ella, eso ya lo había hecho bastante a solas. Necesitaba averiguar que había causado su molestia. Debía ser algo grave para que su descarada vecina volviera a ser el ser alegre.
Un instinto protector se había activado dentro de él. Era como si quisiera arreglar lo que estaba mal para que ella volviera a su estado de ánimo usual. Algo contradictorio teniendo en cuenta que la había considerado irritante por el mismo hecho.
—¿Estás bien con el chocolate? —preguntó ella mirándola sobre el ho