―Explora el club o quédate en la habitación, yo me haré cargo de esto ―Acomodó su corbata, apacible. ―¿Qué? ―Sus palabras me sacaron de mis pensamientos―. Yo voy con ustedes. ―No, no irás ―habló con firmeza―. Esto es entre ellos y yo. Me robaron a mí, no a ti. ―¡Son mis padres a los que piensas torturar! ―¡Ah, perdón! Se me olvidaba lo mucho que querías a tus padres. ¿Cómo les fue en su última navidad? ―habló con sarcasmo rancio. ―Y si sabes que no los quiero, ¿por qué no me dejas ver lo que ocurre? ―Porque hay una diferencia entre no quererlos y querer ver que sufran ―gritó, para a continuación, soltar una bocanada de aire. ―Puedo resistirlo. ―No, no puedes ―gruñó. ―Ya estoy acá. No puedes impedir que yo entre contigo aquel cuarto, me pegaré a ti como garrapata ―dije entre dientes. Me preparé para salir del auto, cuando aprisionó mi muñeca con su mano. ―Que no se te olvide lo que pasó la última vez que estuviste aquí. Y no me refiero a lo ocurrido con el deudor ―h
Las tres levantaron las cabezas, intrigadas. ―¿Alguna sabe cómo entrar en la habitación privada de Derek? La que usa para los negocios. Chika levantó la mano al instante. ―Por la puerta. Incliné la cabeza. Primero pensé que era sarcasmo, pero estaba hablando muy enserio. ―Que no sea la puerta. Debe ser como un pasadizo secreto donde pueda escabullirme. Estoy segura que Derek puso un gorila en la puerta que no me dejará dar un paso dentro de la habitación ni aunque tuviese llave. Debo aparecerle por sorpresa. ―Hay uno… Musa le dio un codazo a Chika para que se callara. ―Continúa ―exigí. Chika dudó al ver la mirada de sus compañeras. ―¿Por qué no dicen nada? Alika fue la que habló. ―Temo que al decirlo, trate de usarlo. No es lugar al que debería ir en esa condición ―Señaló mi yeso. ―Soy perfectamente capaz de hacer lo que sea. Me van a quitar los puntos esta semana. Y el yeso lo único que está haciendo es reforzar el hueso para que se acostumbre a estar en su l
―¿Seguro que este es el baño de la habitación privada de Derek?Un golpe, un grito desgarrador, risas y silencio. Todo ocurrió en una fracción de segundo, arrebatándome las palabras de la boca.En definitiva, esta es la habitación privada de Derek.Estuve tentada a girar el polmo, pero Carlos me detuvo la mano con un susurro cargado de miedo.―¡No te asomes, por favor! No puede saber que estamos aquí ―Al darse cuenta que me tenía agarrada, me soltó como si estuviera envuelta en llamas. Sus mejillas se sonrojado al instante y agachó la cabeza.No hice ningún comentario y quise apartar cualquier pensamiento que delatara mis sospechas sobre su comportamiento. Sí me engañaba a mí misma, podría llegar a engañarlo a él.«¡Porque es imposible que yo le guste!» me dije a mí misma.E
―¿No hay forma de ver lo que está ocurriendo del otro lado?―No, señora.La curiosidad me mataba.Me tuve que conformar con escuchar a través de la puerta. Llegó un punto en que todos comenzaron a gritar insultos, lanzar platos, botellas. La habitación estaba inundada con sonidos diversos, ninguno bueno.Distinguí las súplicas de mi padre y el llanto de mi madre. Por un segundo, tuve el impulso de entrar en la habitación.Sentí un pinchazo en el pecho.Menee la cabeza. No podía estar sintiendo nada por ellos, no luego del odio que juré tenerles. Y en especial, porque hace unos minutos no sentía nada por ellos.¿Era un instinto de cría?Se detuvieron. No más gritos, no más insultos ni súplicas.Temí lo peor.Creo que me estaba sintiendo más culpable por el hecho de no sen
Me tomó del brazo, pegándome a su cuerpo―Te ves horrible con esa ropa mugrienta. Tenemos que quitarte eso.―No ―gruñí, luchando nuevamente contra su agarre, pero no había mucho que pudiera hacer con solo una mano.―Necesitas cambiarte para poder ir al hospital.Fruncí el ceño.―¿Hospital?―Estuviste recorriendo los conductos, afincando tu brazo lastimado. Necesitas ir a urgencias ―Pese a que lucía molesto, seguía predominando la preocupación.Supongo que luego que el médico me revisara, vendría la reprimenda de mi vida.Consiguió soltar otro botón.―¡No! ―grité, asustada. Fue un chillido cargado de pánico.No quería que me desnudara frente a Carlos. No lo consideraba un pervertido, pero jamás se conoce por completo a una persona.¿Y si se asomaba a través
Dejé escapar un alarido al sentir como mordía la zona que conecta mi cuello y hombro.Mi mente se estaba dejando llevar por las sensaciones. Pese al estado de mi brazo, en estas semanas, Derek me daba placer con su mano o lengua cuando no tenía puesta la medio de comprensión. Ya era un anhelo diario para mí llegar a la hora del baño para…¡Dios, bendito!Si este hombre me abriera las piernas en estos momentos, le dejaría hacerme lo que fuera.Estaba perdiendo la razón. Hace unos minutos estaba aterrorizada por ser vista por el hombre en la bañera, pero en estos momentos, me daba lo mismo. Que débil soy ante el deseo y la lujuria.Sus manos viajaron a la redondez de mis pechos, jugando con los pezones hasta que estos se endureciendo. Disfrutaba de tirar de ellos a través de la tela.Liberé un jadeo de satisfacción, que fue recibido por la s
••Narra Derek••El infeliz se resistía bajo el agua, usando sus manos para echarse para atrás, pero era inútil. Lo tenía agarrado de la parte posterior del cuello y nuca. Me aseguré de hundir mis dedos en su piel. Nuestra diferencia de fuerza era evidente.Él era solo un renacuajo que luchaba contra mí.Mis zapatos y pantalones fueron salpicados con agua, pero no me podría importar, menos. Lo único que me importaba era saber que ese hombre estuvo a solas con mi mujer, con Erika. Este imbécil gustaba de ella, era un buitre esperando la más mínima oportunidad para tomarla y no lo iba a permitir, Erika era mía, ya la había convertido en mi mujer y nadie podría separarnos.Los gritos de Erika no tardaron en llegar.Trataba de apartarme con su mano buena, sin embargo, moverme era un desafío para ella. No eran más que
••Narra Derek••―Por supuesto que no.―¿Lo intentó?―No.―¿Te dijo algo fuera de lugar?―Que no.―¿Alguna proposi…?―¡Que no! ―gritó, frunciendo el ceño―. Y tú sabes perfectamente que no sería capaz de hacerlo. Solo estás buscando alguna excusa para lastimarlo y no sé porque.―¿No sabes? ―hablé con los dientes apretados―. Ese hombre te desea, por más que se niegue a decírtelo. Te desea a ti, a mi esposa, a mi mujer. ¿Qué más razones necesito para querer lastimarlo? También puede contar el hecho de traerte hasta aquí a través de los conductos con tu brazo en ese estado.―¡Yo le ordené que lo hiciera! No te puedes molestar con él por eso.―Ay, ya lo sé ―dije con falso humor―. Créeme, también estoy molesto