Capítulo 40: Cacería.
―¿Cazar? ―pregunté entre adormilada y molesta.
Era sábado, por lo cual tenía el día libre.
No se me olvidaba lo sucedido anoche, la discusión, la visita de mis padres, sacar los trapitos al aire.
Él parecía pasar por alto mi respuesta final, pero sentía que lo había afectado. Y es porque tenía razón. Hablaba mucho de respetar sus límites, pero, ¿y los míos, dónde quedaban?
Casarse es una decisión muy importante, una que él me quitó. ¿Cómo podía hablar de respetar límites?
―Sí, desayuna rápido y vístete. Salimos en una hora ―dijo mientras se recogía las mangas de la camisa a cuadros, exponiendo sus antebrazos trabajados.
Llevaba unos pantalones rústicos de color marrón y unas botas pesadas del mismo color. Lucía como un leñador.
―¡Yo no voy a cazar! ―declaré con prisa.
La caza por entretenimiento me parece un acto vil y cínico. Una cosa es alimentarse, otra cazar por deporte.
Me miró como si me hubiese salido una segunda cabeza.
―¡Por supuesto que no! Hay