124: Cueste lo que cueste.

Decidiendo que confiará en lo que le están diciendo, Alan declara:

—El Consejo no puede saber que están aquí. Podrían tomar medidas que no podría controlar… —Luego le da una mirada a Octavio—. ¿Dónde está él?

—En el garaje, custodiado.

—Quiero unos minutos a solas con él —murmura, con Aslan inquieto y sediento.

Todos saben lo que piensa por el olor de sus feromonas, así que el joven Alfa dice:

—En ese caso, Alfa Alan, los llevaré a un lugar más privado…

Ninguno en la habitación siente compasión por lo que el Alfa le hará.

Alan le da una mirada más a todos los presentes y deja que Octavio lo guie hasta el sótano de la cabaña. Unos minutos después, el cuerpo de Calixto rueda por las escaleras, despertándolo de golpe.

Saúl lo ayuda a ponerse de rodillas, le sostiene los hombros. Alan hirviendo de odio, le da palmadas agresivas en las mejillas para que lo vea.

Calixto, aun con la belladona y el acónito corriendo por sus venas, logra mirarlo. Sus ojos se abren en grande, hay miedo, pero él
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