Rosi se había levantado temprano para salir antes de que Galeano y Alicia salieran de la habitación. Había pasado una noche inquieta y no había logrado conciliar el sueño. La atenta sirvienta, al notar que Rosi estaba a punto de marcharse, se acercó con amabilidad y le preguntó: — Buenos días, señora Rosi, ¿se va sin desayunar?
— Sí, en realidad quiero llegar a casa para descansar en mi cama, ya que no he dormido nada durante toda la noche.
— ¿Le gustaría tomar un café o un té antes de irse?
— No, gracias. Prefiero tomarlo en casa.
Justo cuando estaba a punto de salir por la puerta, escuchó la voz de su hija bajando las escaleras con una sonrisa en el rostro:
— ¿Madre, a dónde vas?
— Voy a casa."
— Pensé que ibas a desayunar con nosotros y después acompañarnos al hospital para ver a mi suegro.
— La verdad es que no he descansado nada y prefiero llegar a casa.
— ¿No me digas que Galeano y yo no te dejamos dormir con tanto ruido? Es que me hizo pasar una noche estupenda, estoy más feliz