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Roxanne.
Ese hombre me hace perder la cabeza. No sé qué me pasa con él; cuando estoy a su lado, me siento protegida y amada. Además, su colonia me confunde, su olor es inigualable. Su hija es una niña inteligente, amable y divertida.
Después de un desayuno delicioso, hablo con Aurora, quien me cuenta sobre su colegio y la niña que la molesta.
La conversación siguió hasta que me acordé de que hoy debo llegar temprano al hospital donde me espera un largo interrogatorio de Liss.
— Ross, ¿vendrás en la tarde, por favor?—
— No creo que pueda, Aurora— me disculpo.
Ella me hace ojitos de gatito tierno. Me despido de ella con un beso en la mejilla.
Cojo mi bolso y me dirijo al parqueadero donde me espera el conductor de Enzo.
— Buenos días, señorita— me saluda.
— Buen día— saludo y le doy la dirección del hospital.
Salimos a la calle. El tráfico en París es terrible esta mañana.
Al llegar, saludo al portero, un señor de cuarenta años de piel morena.
Empiezo mi turno y paso la mañan