Capítulo 243

Svetlana abrió los ojos a una penumbra tibia, rota apenas por el hilo de luz que se filtraba entre las cortinas pesadas. La habitación olía a desinfectante suave, con un fondo leve de jazmín que reconoció como el perfume de las sábanas.

El techo se le antojó demasiado alto. La lámpara de cristal, inmóvil. Un reloj marcaba, terco, el mismo segundo una y otra vez; quizá eran sus nervios los que repetían la escena. La garganta le ardía, como si hubiera gritado. Una corriente fina entraba por el balcón entreabierto, movía una esquina de la cortina y traía consigo la sal del jardín, el rumor distante de la fuente. Por un segundo, nada tuvo nombre.

Entonces, el recuerdo la golpeó como una puerta estrellándose contra el marco.

—Mis bebés… —La voz le salió rota, primitiva, y su mano voló hacia el vientre con una urgencia que le arañó el alma.

Sentado en un sillón, a un costado de la cama, Dante se inclinó de inmediato, y la sombra de su cuerpo le tapó el mundo. Sus dedos, firmes, envolvieron
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