Capítulo 3: El títere soy yo

     No me importa si los demás se dan cuenta o no,  sólo sé que le estoy sujetando la mano a Solange mientras la miró con cara de súplica.

     —Por favor, no te vayas, quédate conmigo.

     Ella me mira con esos ojos que me apasionan, que no los puedo borrar de mis pensamientos desde el primer día que los vi.

     Con su mano libre me toca el rostro y me dice:

     —¿Quieres bailar conmigo?

     ¡Bailar! Hace mucho tiempo que no lo hago, en mis tiempos de juventud, era un gran bailarín, las muchachas todas querían bailar conmigo, pero luego cuando decido comprometerme con Ivanna todo eso quedó atrás, mi vida se enfocó en trabajar, llevar el sustento para mi familia, comprar una casa, tratar de vivir holgadamente sin problemas financieros, mis gustos por el baile, por divertirme quedaron atrás.

     Ahora estoy delante de esta jovencita, que me sonríe de manera angelical, pero que también me seduce con la sonrisa.

      Le tomó la mano y la conduzco hasta la pista de baile, 

     Allí encierro su cintura con uno de mis brazos y con el otro le sostengo su mano, ella se pega a mí, pareciera que quiere fundirse conmigo, así sin movernos, muy pegados el uno con el otro nos quedamos por unos segundos o quizás minutos, la miro, noto un ligero temblor en sus labios.

     —No hagas eso, porque no respondo.

     —¿A qué te refieres?

     —A ese movimiento que haces con tus labios.

     —¿Te gusta?

     —No te puedo responder como quisiera, acá hay mucha gente.

     —¿Prefieres que estemos solos?

     —Me encantaría.

     —Recuerde que usted es mi profesor.

     —No empañes el momento, además no estamos en el salón de clase.

     —Okey profesor.

     Se pega tanto a mí, que siento el palpitar de su corazón como un caballo corriendo sin freno, la pista está casi en penumbras, estamos un poco alejados de la mesa, miró hacia un lado y veo un pequeño pasillo que no sé a dónde conduce, le tomó la mano y salimos de la pista de baile, entramos al pasillo que nos llevó a un espacio al aire libre rodeado por una reja para no caer al vacío, desde allí se podían ver las luces de la ciudad, nos pegamos a la reja, allí como dos hambrientos enamorados la beso con unas ganas inmensas de transmitirle toda mi pasión, mis manos se deslizan por su pierna desnuda, lleva una falda con una abertura en una pierna.

     Por allí, por esa abertura introduzco mi mano y juego con la desnudez de su pierna, dejo que mi mano siga y siga, ya no tengo control sobre ella, mientras mis labios no dejan de besarla, ya no puedo más, mis sentidos están que explotan, pero en ese instante mi razón se impuso.

     —Perdóname, esto no está bien.

     —Tienes razón, esto no está bien, disculpe si lo importuné, buenas noches profesor.

     Solange se aleja y yo la dejo ir,  allí me quedo por un buen rato hasta que mis neuronas comienzan a obedecerme.

     —¿Qué estoy haciendo? Esta joven me trae loco, pero tengo que tomar las cosas con calma, no me puedo apresurar, mi vida futura depende de eso, no me quiero volver a equivocar.

     No puedo actuar como un adolescente, ya soy un hombre de edad, por lo tanto tengo que pensar muy bien lo que voy hacer, indudablemente que está niña me trae de cabeza, pero no puedo dejar que este sentimiento desestabilice la manera como he llevado mi vida hasta ahora.

     Respiro profundo, arreglo mi camisa y me voy de nuevo a la mesa.

     Al llegar a la mesa Antony me dice.

     —Samuel, Margorie está organizando un fin de semana en unas cabañas que están fuera de la ciudad, y ya te incluyó en la lista, es dentro de dos semanas, son unas cabañas rodeadas por una vegetación muy hermosa, los árboles son inmensos, el amanecer es único y muy cerca de ellas está un lago propicio para nadar, son muy lindas, te van a gustar, ¿qué dices, te animas?

     —Claro que se anima, -le responde Margorie- además ya está anotado, lo que tienes que hacer es planificar tus actividades para que no tengas excusas para asistir.

     No dije nada, miro a Solange y ella está hablando con un hombre que no conozco, pero que tiene sentado a su lado.

     Después de un buen rato el mesero se acerca con un pastel  para cantar cumpleaños.

     Ya es más de la media noche,  todos se están despidiendo, me acerco a Solange y le digo.

     —¿Quieres que te lleve?

     —No se preocupe profesor, yo traje mi automóvil.

     —De todas formas, voy detrás de ti, te acompaño hasta tu casa.

     —Como usted quiera.

     —Así lo hice, ella se subió a su auto y yo la seguí en el mío, llegó hasta el conjunto residencial, entra y se despide tocando su bocina.

     Me voy al hotel a tratar de dormir, pero creo que no va a ser posible, tengo la cabeza vuelta una maraña, mi mundo está patas arriba, no puede ser que en tan poco tiempo esté tan fuera de orden, 

     El día siguiente me la paso todo el tiempo en la habitación, tratando de organizar mis actividades para la semana que se inicia, pero no me puedo concentrar, veo a cada rato mi teléfono para verificar si Solange me ha enviado algún mensaje, pero no es así, no tengo ni una nota de ella, así me paso todo el día, llega la noche y trato de dormir.

     Es domingo, decido pasar parte del día con mi hija Mía.

     Llamo a Ivanna para que la niña esté pendiente cuando la vaya a buscar, así lo hice, toqué la bocina de mi auto en el frente de la casa y salió la niña, en esta ocasión vino acompañada por su mamá.

     —Hola Samuel.

     —Hola Ivanna, ¿cómo estás?

     —Creo que mejor que tú, porque veo unas arrugas que no tenías antes.

     —Mamá no seas así, mi papá no tiene arrugas, mi papá es bello.

      —Sí claro, eso lo dices tú porque eres su hija.

     —Mami yo no soy ciega y mi papá es lindo, muchas quisieran estar con él.

     —Bueno Samuel, cuando quieras puedes venir y pasar el día con nosotras, verdad Mía, que tú quieres eso.

     Me quedé viendo a Ivanna, con ganas de decirle, deja la manipulación, no utilices a la niña para manipularme, pero por respeto a la niña no dije nada.

     —Cuando la niña necesite hablar conmigo, me puede llamar y yo con gusto la vengo a buscar y salimos por ahí.

     —Como siempre tan arrogante, agradece que te permito ver a la niña.

     —Disculpa Ivanna, pero tenemos que irnos.

     Ese domingo la pasé tranquilo con mi hija alejada de las manipulaciones de su mamá.

     Lunes, se inicia la semana, es el día donde doy clases a la sección de Solange, me dirijo al salón, cuando la veo  está sentada en un escalón de la escalinata que conduce a los pisos superiores,  lleva puesto una falda  corta, a su lado está Raúl.

     El joven habla con ella y de vez en cuando le toca la barbilla, paso al lado de ellos tratando de disimular mis celos, sí, no lo puedo ocultar estoy celoso.

     Llego al salón coloco mi maletín sobre el escritorio y le digo al delegado.

     —Señor Altuve, en tres minutos cierre la puerta, él que no esté dentro del salón, pierde la clase.

     Así fue, obedeciendo mis órdenes,  pasado los tres minutos el delegado cerró la puerta, por supuesto Solange quedó fuera.

     Se le pasó el seguro a la puerta y yo inicié mi clase.

     Solange toca la puerta del salón, cuando ya han pasado cinco minutos o quizás un poquito más, el delegado me queda mirando como esperando mi aprobación para abrir, pero no se la di.

     Sigo mi clase, Solange en vista que no le abren se retira del salón, 

     Termino mis clases y me dirijo al estacionamiento a buscar mi auto cuando escucho su voz detrás de mí.

     —Profesor me permite un segundo por favor, necesito hacerle una pregunta.

     —Dígame señorita Solange.

     —Profesor, ¿a qué juega?

     —Disculpe, no entiendo su pregunta.

     —No entiende o no le da la gana entender.

     —Señorita no sea tan irrespetuosa.

     —Le repito la pregunta,¿cuál es el juego que usted tiene conmigo?, cuando estamos solos me muestra una cara muy diferente a la que me muestra en la universidad, que se cree usted que yo soy su títere, que puede mover los hilos y yo le obedezco, pues déjeme decirle que yo no soy títere de nadie, no estoy acostumbrada a que me manejen, así que aclaremos su posición y no me venga con acertijos porque no los tolero.

     ¡Ah! Y otra cosa no voy a permitir que me siga cerrando las puertas del salón cada vez que tiene sus arrebatos andropausicos, usted puede ser mi profesor y como su alumna lo voy a respetar dentro del salón de clase, pero fuera de él no me exija un respeto que usted no se ha ganado. 

     Dice esto y se marcha, dejándome más desconcertado que antes.

     —¿Por qué no le respondí? No lo sé, de lo que sí estoy seguro es que por ahora el títere soy yo, ella está manejando los hilos y yo no hago nada por detenerla.

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