Alberth
Al llegar a nuestro país había traído una mezcla de
tensión y expectativa. Llamé al chófer para que nos recogiera en el aeropuerto. Desde que subimos al avión, Valeria había estado distante y silenciosa, lo cual, en cierto modo, agradecí. Su cercanía me afectaba profundamente y debía mantener el control para no romper mis propias reglas. La noche anterior no había podido dormir, imaginándola desnuda sobre mí.
Sacudí la cabeza, tratando de despejar esos pensamientos, y me concentré en los informes que Juan Carlos que me había enviado sobre los progresos de ventas en las diferentes sedes y restaurantes. Era crucial establecer alianzas con propietarios de tierras para la cría de ganado, algo que beneficiaría a mis empresas y a los nuevos socios.
Finalmente llegamos a la mansión. El chófer se detuvo en el vestíbulo y Valeria salió apresuradamente del auto, sin esperar a que le abrieran la puerta.
—Lleva las maletas.
—Sí, señor —respondió el chófer.
Entré en la mansión y vi a m