Él entró a la sala de estudio y se sentó frente al escritorio, con una expresión muy sonriente que se volvía cada vez más rígida.
Inclinó su cabeza hacia atrás, desabrochó su corbata y desabrochó algunos botones de su camisa, sintiéndose más aliviado al respirar.
Una cruz brillante y plateada saltó de su pecho, destellando una luz fría y muy tenue.
Diego cerró lentamente los párpados, respiró profundamente y calmó por completo su inquieto corazón.
En ese instante, en su mente no apareció el rostro hermoso e indistinguible de Teófilo, sino de otro hombre.
Un hombre al que creía haber olvidado, y que tenía fuera de su corazón; pero a quien no podía apartar de su mente.
Su antiguo amor.
Diego dirigió su atención hacia la estantería hasta el techo y sacó dos libros.
Con un sonido de "clic", la estantería reveló un amplio compartimento secreto.
Era una caja fuerte de precisión.
Ingresó la fecha de nacimiento de ese hombre y la suya, y la caja fuerte automáticamente se abrió.
Adentro había v