Noa escuchó los pesados pasos acercándose, no se atrevió a mirar hacia atrás, solo abrazó sus delicados hombros, temblando como un conejito asustado.
Era como si fuera un pequeño conejo blanco asustadizo.
Esto solo hacía resaltar la figura alta y poderosa de Rodrigo, como un gran lobo gris que se movía sigilosamente, ocultando fuertes intenciones lascivas.
—Noa—la garganta de Rodrigo rodó con fuerza y pasión, sus ojos enrojecieron.
Él levantó lentamente su mano temblorosa, deseando tocar la suave piel de la joven como la seda. Pero justo en ese momento, Noa habló suave y débilmente: —Me estaba bañando y quería colocarme loción. Ya me había puesto en todo el cuerpo, solo no podía alcanzar mi espalda. Si no, me hubiera bañado y esperado que regresaras.
Rodrigo escuchó en total silencio, su rostro ardió de calidez, sus dedos entumecidos y todas sus percepciones comenzaron a abrirse.
Ha visto a muchas mujeres en su vida. Frente a él, algunas coquetearon, otras se desvistieron completamente