La mirada penetrante de Clara barrió instantáneamente la habitación, y Rodrigo retrocedió un paso, bajando la cabeza de inmediato.
César se apresuró a acercarse. —Señora.
Clara frunció el ceño.
—¡Clara! Alejandro fue trasladado a este hospital, ya tenía miedo de que se preocupara por su herida y eso afectara su recuperación—murmuró César tímidamente.
La actual señora ya no tenía la ternura y la sumisión que solía mostrar en la familia Hernández. Ahora era dominante y afilada, y cada vez que la enfrentaba, César se sentía nervioso.
—Alejandro es bastante considerado. ¿Quién dijo que me preocuparía por él? — Clara levantó el ceño y se rio fríamente.
—Si no se preocupa por nuestro Alejandro, ¿por qué vino tan rápido a buscarlo? — César levantó la cabeza con valentía y le respondió.
Clara frunció el ceño enojado.
Alejandro estaba recostado en la cabecera de la cama, sus largas pestañas se movieron ligeramente, y la comisura de sus labios se curvó imperceptiblemente.
César, por lo general,