Como resultado de la arremetida verbal de Clara, incluso Hugo retrocedió. Ahora, ella se escondía detrás de Ema como una tortuga asustada.
—Abuelo.
Clara llegó al lado de Fernando y agarró su mano arrugada y delgada. Con preocupación en sus ojos, parecía más cercana a él que su propia nieta, Leona: —¿Acaso te sientes incómodo? ¿Es por eso que me has llamado tan tarde?
—No te preocupes, mi niña, estoy bien.
Fernando miró con ternura los claros ojos de la joven y le palmeó la mano: —Estoy bien, vivito y coleando con buena salud.
Clara suspiró aliviada: —Me alegra escucharlo.
—Irene, esta llamada noes para algo importante esta vez. En primer lugar, te extrañaba y quería verte. En segundo lugar... quiero saber qué está pasando entre Leona y tú. ¿Por qué se provocó este disturbio tan grave?
Fernando habló seriamente: Leona y tú son ambas mis buenas nietas. Espero que ambas estén bien. Pero cada vez que causan tales revuelos, me preocupo mucho.
Sin embargo, Clara entendió la insinuación. El