Capítulo1928
—Rodrigo, Rodrigo.

Jimena yacía en el suelo, su conjunto de prisión, ya manchado de suciedad, estaba hecho un desastre total, agarraba los pantalones del hombre con manos sucias, negándose firmemente a soltarlos. Sus ojos estaban tan rojos de rencor y malicia que parecían enardecidos, como los de un demonio furioso.

—¡Por esa despreciable Noa, por esa mujerzuela despreciable y baja, ¿cómo pudiste hacerme esto... tan cruel si soy tu propia hermana! ¡Somos hermanos de sangre! — Casi estaba rugiendo, con las uñas clavadas profundamente en la carne, a punto de sangrar. —¿Quién es Noa? ¡Ella no merece que la defiendas así! ¡Estás loco, completamente loco! ¡Te maldigo hasta el fin de los tiempos, te deseo la peor de las muertes!

—Sí, eres mi hermana.

Rodrigo habló con una voz muy baja, como si se fundiera con la penumbra, sus ojos alargados destellaban un brillo frío, con una sombra de lágrimas. —Mi hermana de sangre, a quien he mimado siempre desde la infancia, pero que una y otra vez me ha
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