—Rodrigo, gracias por recordarme— Enrique mostró una leve sonrisa de aprobación.
—No solo yo, sino también Noa y Alejandro, todos te extrañan— Rodrigo parpadeó igualmente con una sonrisa. No estaba tratando de complacer a su futuro suegro, sino de ganar más aprecio para su buen amigo.
—Hace mucho que no veo a Noa. Los dos, vengan conmigo a la biblioteca. Nos sentaremos y charlaremos.
Enrique mostró una sonrisa cariñosa y le hizo un lindo gesto a Noa—Ven, Noa, acércate al papá.
Aunque la comunicación entre Noa y su padre disminuyó gradualmente cuando creció, en su memoria, su padre siempre fue la persona que más la amaba cuando era niña.
—Papá— Sus ojos brillaban, soltó la mano de Rodrigo y se acercó a Enrique.
De alguna manera, al ver esta escena, los ojos de Rodrigo se enrojecieron y su nariz se entumeció un poco.
Él sabía profundamente que, sin importar cuánto amara a Noa, y sin importar cuánto la cuidara, nunca podría reemplazar el lugar que la familia tenía en su corazón.
Quizás mu