Capítulo 86
El desayuno del último día estaba destinado a no ser disfrutado.

Daniela dio un paso hacia atrás, con los brazos cruzados, y dijo fríamente: —¿Te crees todo lo que dice Sofía, ¿verdad?

—Sebastián, siempre pensé que no eras tonto. Pero resulta que eres un verdadero tonto enamorado. En cuanto aparece Sofía, pierdes por completo toda capacidad de discernimiento.

—¿Sofía sufriendo en el extranjero? ¿Por qué no vuelves y le preguntas a Diego cómo le fue a Sofía estos últimos tres años en el extranjero?

—Aunque ella sufriera, ¿qué tiene esto que ver conmigo? ¿Acaso soy yo la causa de su sufrimiento? ¿Por qué debería ser tan comprensiva?

Sebastián frunció el ceño profundamente: —¿Por qué piensas así? Pensé que cuando fuiste a buscar los documentos, ya habías reflexionado al respecto.

Reflexionar sobre cuán irracional había sido antes.

Daniela no pudo contener su desagradable enojo y dijo: —¿Reflexionar? ¿Qué tengo que reflexionar?

—Sebastián, déjame decirte por qué fui a buscar los documentos
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