La policía había visto muchas personas problemáticas, pero muy pocas con la audacia de Adela.
Emilia, al ver su actitud tan despectiva, no pudo evitar hablar en tono muy frío: —¡Esa casa la renté yo! Si alguien debe irse, son ustedes. ¡Ni siquiera les he cobrado arriendo por quedarse estos días!
Esto sorprendió muchísimo a Adela.
Miró a Gabriel con incredulidad: —¿No dijiste que esa era tu casa?
Gabriel, algo molesto, trató de mantener un poco la compostura: —¡Te equivocaste! Lo que dije fue que la casa la alquilé yo.
—¿Tú la alquilaste? ¿Pagaste el alquiler o solo el depósito?
—¿Qué diferencia hay si yo o tú la alquilamos? Además, yo pagué las facturas de agua, electricidad e internet.
Emilia solo pudo responder con una risa bastante sarcástica.
Daniela pensó por un momento que definitivamente todos los gastos de la renta habían salido del bolsillo de Emilia, y Gabriel tenía la audacia de vivir allí con toda su familia.
Al final, como la casa la había alquilado Emilia, Adela