Sofía insistió en no ver a un médico. Cada vez que se mencionaba a un médico, sus lágrimas empezaban de repente a caer: —No quiero ver a un médico. Tengo miedo de que quieran abortar a mi bebé.
Sebastián, sin otra opción, tuvo en ese momento que ceder.
Una vez se calmó, Sebastián dijo: —No te sientes bien, necesitas descansar.
¿Iba a irse?
Los ojos de Sofía se llenaron de lágrimas de inmediato: —Estás enojado, ¿verdad? ¿Temes que mi embarazo cause problemas? ¿No quieres a este bebé?
—¿Quieres que haga lo mismo que Daniela y me obligues a abortar?
Sebastián se frotó con rabia las sienes adoloridas: —No es eso.
Este embarazo había sido tan repentino que no sabía en realidad, cómo manejar la situación.
Añadió: —Daniela no te pedirá que abortes.
Ella es bondadosa y no le haría daño a una vida inocente.
Pero es muy posible que diga cosas hirientes cuando está enojada.
Él dijo con total seriedad: —Últimamente ha estado enferma y de mal humor, así que no la provoques.
Sofía se sorprendió un