Daniela retrocedió dos pasos abrazando con cuidado las computadoras, con una expresión de alerta total.
Sebastián estaba actuando de manera algo extraña hoy, y ella no sabía en realidad cómo interpretarlo.
Al ver la postura defensiva de Daniela, Sebastián no pudo evitar reír graciosamente: —¿Qué pasa? ¿No puedo regresar a mi propia habitación?
Claro que podía.
Daniela ya había pensado en eso cuando accedió a quedarse. Según su costumbre anterior, ella dormiría en el sofá y Sebastián en la cama.
Pero si él no se iba al estudio a trabajar, a ella le sería muy difícil ponerse a dibujar.
—¿No te cansas de cargar dos computadoras portátiles? —Sebastián tiró con suavidad de su corbata, sin éxito, y con gran impaciencia dijo: —Ayúdame a quitarla.
No era la primera vez que hacía esto.
Daniela dejó las computadoras a un lado y se puso de inmediato de puntillas para ayudarlo.
Sebastián, como si no notara que ella tenía que alzarse, permaneció muy erguido, sin inclinarse lo más mínimo, lo que fru