Eduardo había estado callado por varios días, evidentemente creyendo que ya debería haber "superado mi berrinche".
Este día era originalmente la fecha que habíamos establecido para nuestra boda. También era el día según su plan: "acompaño a Julia antes del parto, aplazamos la boda, después de que nazca el bebé empezamos de nuevo".
Con la mentalidad de "puedo arreglarlo en casa y continuar", había preparado cuidadosamente un "regalo de disculpa".
Al hacer el equipaje, dobló su ropa sucia y la metió en la maleta. Sabía que yo siempre lavaba y planchaba sus camisas a mano, las dejaba perfectas, mucho más suaves que en la lavadora.
¿Y Julia? Ella siempre mandaba toda la ropa a la tintorería, ni siquiera se molestaba en separar por colores. Pensando en esto, no pudo evitar fruncir un poco el ceño, sintiéndose algo irritado.
Mientras reflexionaba, Julia entró empujando la puerta, vestida con una camiseta sin mangas y shorts de casa.
—Hoy tengo consulta médica, ¿me acompañas?
Eduardo no alzó