Capítulo 1

Liz.

(…)

Se ha llegado la noche y ahora me encuentro a unos pasos de la entrada del club. Respiro profundo, tomo el valor y entro al lugar donde no deseaba ir porque prefiero mi cama y almohada, que estar aquí para sentir que mis oídos pueden reventar en cualquier momento.

Lo primero que hago al entrar al club es buscar con mis ojos biónicos a mis amigas porque una cosa es que vaya a una fiesta por ellas y otra que salgo de mí.

¡Bingo! Las chicas están en la barra, ¡wao!, no llevan ni dos horas y ya están en modo de perderse en alcohol.

 —Wau, que bella que estás Liz —exclama, y corre hacia mí.

Pongo mis ojos en blanco, mi amiga es única y sé que me dice cosas bonitas porque ella lo es también. Casi todo el tiempo le digo a mi amiga que no hay mujer fea y menos mujer que no pueda lograr lo que se proponga en la vida.

—Gracias, amiga e igual tú estás de comerte completa —ronroneo cerca de su oído.

—Liz… Hoy es nuestra noche, ¡así que a bailar! —chilla con emoción al acercarse a nosotras.

Carla es la persona más amorosa que he conocido y por ello las tres somos las mejores y únicas amigas que conoce; la lealtad, el amor y el apoyo incondicional.

Decidida a divertirme, tomo las manos de las chicas y les grito que vayamos a la pista porque este esqueleto no se moverá solo. Ellas sonríen y con un asentimiento las tres caminamos hacia la pista de baile, que por cierto esta llena.

Disfrutando del sonido de la música, moviendo mis caderas y viendo que mis amigas disfrutan del momento e igual que yo.

A los minutos de bailar, Morgan grita y nos dice que la disculpemos, pero que tiene ganas de bailar con el chico que le está coqueteando. No espero que le contestáramos cuando ella salió corriendo tras los brazos del hombre que hace que se moje las bragas.

Ah, no puede ser, un chico

Las tres nos dirigimos a la pista, bailamos, disfrutando el sonido de la música, moviendo nuestras caderas con sensualidad. En un par de segundos Morgan decide bailar con un chico, y luego Carla acepta la invitación de un modelo, quedando completamente sola y en el olvido. Morgan y Carla siempre hacen lo mismo y solo para que encuentre galán.

Ah, no me puede estar pasando esto a mí, yéndose Morgan y aparece otro chico que invita a  mi amiga, pero el maleducado no ve que Carla es mi única acompañante para bailar y él me la quiere quitar.

La veo a ella a los ojos y la muy descarada me hace ojitos. Bufo y le digo que tiene mi permiso de bailar con el que ella quiera.

Ah… por eso no me gusta venir porque al final me quedo completamente sola.

Dejo de bailar y decido ir al tocador, ya que necesito retocar mi maquillaje porque ahora de tanto mover el esqueleto de seguro que lo tengo regado. Acelero mis pasos porque las personas que vienen, pasan a lado de mí sin importarles que de un jalo me botaran.

—Oh, m****a —maldigo cuando siento que choco con alguien, como si tal hubiese chocado con la pared.

—Mmm… Que vocabulario tan feo para una bella princesa —masculle con voz ronca y yo me quedo estática.

Me incorporo y me doy cuenta de que el hombre que tengo frente a mí y que todavía no he tenido el valor de verle a los ojos tienen su brazo en mi cintura. Trago grueso. Alzo la mirada y mis ojos se quedaron clavados con los suyos.

M****a, el maldito es todo un adonis. Mis ojos lo examinan hasta dónde pueden lograr llegar, pero ese que esa mirada penetrante me intimida, pero a la vez me atrae.

¡Pero qué papi chulo!, el hombre está que se come solo, esos ojos verdes que me atrapan y que deseo comérmelo y deleitarme de todo su cuerpo. Oh, cielos. Siento su respiración cerca de mí, mi piel se eriza por completo.

¿Qué hago?

Dylan.

Que mujer tan preciosa, me he quedado sin palabras, es que no tengo la palabra correcta para describir a esta hermosa mujer. Sus ojos del color del mar me cautivaron y me atraparon en ese paisaje del que deseo navegar. Ese cuerpo exótico hace que me estremezca y que mi corazón palpite como un loco descontrolado.

No sé lo que me pasa, pero este sentimiento extraño hace que pierda mis cinco sentidos, hasta siento un hormigueo en mi estómago del que jamás en mi vida había sentido.

—Solo mía —siseo

—¿Qué? — grita sin comprender lo que mis palabras significan —¿Quién eres tú para que te des ese derecho?—wao, la chica es de carácter fuerte.

—Mi princesa, el derecho lo tengo desde este preciso momento y te aseguro mi cielo, que eres mía —enfatizó la última palabra.

¿Qué?, cómo le pude decir eso.

Eso pareció demasiado controlador y tóxico.

—¡Suéltame!, y déjame en paz —vocifera.

Tengo que arreglar esto porque si no la perderé por completo y eso que aún no la tengo completamente solo para mí. Ella debe pensar que soy un maldito pervertido, pero es todo lo contrario porque jamás tendría intenciones de lastimarla.

—Está bien princesa, comenzamos mal —alza ambas manos y me alejo un poco de ella—. Me llamo Dylan y tu mi bella dama.

Sí… así que tenías que haber empezado.

—Me llamo Lizbeth, pero solo mis amigos me pueden decir Liz —acepta mi mano con desconfianza.

—Que bellísimo nombre para una princesa, hasta puedo ser tu amigo y llamarte Liz —en mi rostro se dibuja una sonrisa estúpida y única—. Mi nombre es Dylan y si me permite le quiero hacer una invitación a una cena, solo es para arreglar este momento amargo— susurré cerca de su oído—. No me malinterpretes, pero solo quiero que me conozcas, y yo conocerte—recalco.

—Mmm… No creo porque eso sería demasiado, pero… —guarda silencio y creo que está pensando—. Está bien, pero no te confundas porque no soy el tipo de chica que se va a la cama con el primero que vea —la mujer es demasiado directa, y me gusta, pero me siento inquieto porque no sé la razón de su cambio radical.

—Jamás pensaría tal cosa —digo con tono surgente—. Sé que suena tan precipitado, pero quiero invitarte mañana a una cena de amigos, de conocidos y de despedida.

—¿Por qué de despedida? — pregunta.

—Porque solo estoy aquí por negocios y para serte sincero es mi primera vez en esta bella ciudad.

—Acepto —asiente y da media vuelta, yéndose en la misma dirección que venía.

—No, no espera, déjame acompañarte, así sabré dónde vives —necesito asegurarme que la volveré a ver, aunque sea la última vez—, qué dices. ¡Aceptas! —al ver que se alejaba me encamine hacia ella impidiéndole el paso.

—De acuerdo, pero solo déjame despedirme con mis amigas y después nos vamos — habla con tono cansado—, es que ellas están acompañadas y la verdad que ya no me siento cómoda estando aquí—acelero un poco mis pasos para poder escucharla porque ya nos estamos acercando a la música de la disco—, no es que me da envidia, solo que no me gusta hacer mal tercio, además quiero descansar.

Ella me dice que no me quede atrás y que la acompañe para decirle a una de sus amigas que ya sé ira. Con una mirada fugaz veo como se mueven esas posaderas y que ese vestido hace que sobresalen sus curvas.

Ambos nos acercamos donde está su amiga bailando y lo único que pude escuchar fue “me voy”, “lo siento, pero me siento cansada”. La amiga arruga su rostro, pero al verme y examinarme de arriba hacia abajo esboza una enorme sonrisa y le dice pícaramente que vaya con cuidado y que si se desvía que le avise.

Esa mujer si es una malpensada, como si no conociera a su amiga.

Esas fueron las últimas palabras de ella, ya que Liz solo le dijo; “adiós”.

Ambos nos dirigimos al estacionamiento y mientras caminamos ella sugiere que cada uno debe ir en sus autos y yo asiento gustosamente, aunque me hubiera gustado que ella me llevara en su auto.

En el momento que ella ponga en marcha su auto, es ahí que decidiré no perder el tiempo y seguirla y apegarme lo más posible, ya que no quiero perderle el rastro.

(…)

Media hora de camino en la autopista y llegamos a la residencia donde ella vive. No sé cómo se llama el lugar, pero desde que lo veo puedo decir que es un lugar donde me gustaría vivir.

Entrando a la residencia, Liz estaciona su auto, imito la misma acción y espero que ella salga para hacer lo mismo.

En un par de segundos ella sale de su auto y yo no pierdo el tiempo cuando ya estoy fuera y encaminándome hacia donde esta ella. Ella me dice que fue un placer conocerte, aunque no creo que sus palabras sean cien por ciento ciertas.

Mientras estamos conversando le digo que si no le molesta que la acompañe y que no lo digo para asegurarme donde vive, sino porque ya es demasiado tarde y no quiero que le suceda nada mientras yo estoy presente.

Ella niega con la cabeza porque es obvio que todo parece una excusa para saber donde vive.

***

—Bueno, gracias por permitir que te acompañara —ambos nos detenemos frente a su apartamento—. Creo que es momento de que me vaya—señaló la dirección en la que veníamos.

Al final de tanto ruegue que ruegue, ella me permite que la acompañe, ¡me he salido con la mía!

Ella asiente y lentamente se acerca a mí y me da un beso en la mejilla, un beso que me impactó hasta sentir una gran electricidad correr por toda mi columna. Es demasiada rara esta sensación. 

Cuando me separo de ella, le digo “buenas noches, Liz”. Ella sonríe con nerviosismo.

Ella se despide, acto seguido abre la puerta de su apartamento marcando un código digital, ¡la nueva tecnología!, espero que ella entre para decidir irme y dejarla descansar. 

Ella se pierde delante de mis ojos, entrando a su apartamento y cerrando la puerta que está frente a mí. Exhalo todo el aire que tenía contenido, llevo mis dedos rozando mi mejilla, si estoy así con un beso en la mejilla no sé qué pasará cuando pruebe esos labios. Se me dibuja una sonrisa, luego le permito a mis pies dar media vuelta y salir del edificio para dirigirme a mi auto y así llegar al hotel.

***

Una hora después de camino ya me encuentro en el hotel, ya que el apartamento donde vive Liz queda de norte a sur del hotel donde me hospedo.

Después de un baño caliente me apeteció tirarme sobre la cama y dejar el trabajo pendiente a un lado. Hoy solo quiero pensar en lo que pasó hace unas horas. ¿Quién es esa chica? ¿Y por qué me flechó? ¿Por qué no dejo de pensar en ella? Siento que me volveré loco si no averiguo quien es ella y porque no puedo parar de pensar y de desearla.

¿Será obsesión? Habrá obsesión por la buena.

Liz

Desde el momento que sentí los labios en mi mejilla, sentí una electricidad que corría por mi cuerpo, sentía que me desvanecía solo con su toque, este papi chulo es una tentación. 

Sé que es una locura, pero me he puesto a pensar que es una locura aceptar la invitación de un desconocido, pero todo lo hice porque quiero que mis amigas me dejen de invitar, ya que le pondré la excusa que ese hombre será exclusivo para mí, aunque sea mentira, puede que vaya a la cita, pero imposible que lo vuelva a ver después.

Después de decirle que la cena estuvo rica, le soltaré que no quiero volver a verle porque tengo novio, aunque es mentira, ya que no quiero tener una relación seria y menos una aventura. Ah, ya sé que a veces la lengua puede castigarme por decir estupideces, pero no pierdo nada en intentarlo.

De pronto el teléfono de la casa comienza a resonar y resonar, corro hacia la sala, tiro mi cartera sobre el sillón para luego tomar el teléfono. ¿Quién será?

—Aló —contesto.

—Liz, mañana espero una explicación —exige.

Lo que me faltaba, Morgan tenía que llamarme para confirmar si pase la noche con el hombre atractivo o si estoy en casa como la monja que soy.

—¿Qué explicación? —abro mis ojos.

—Quien es el bombón con el que te fuiste —chilla.

Esta que se come las uñas por saber quien es ese hombre y que es lo que hice. No creo perder mi virginidad con él, mejor espero o ni modo me quedaré solterona para toda la vida.

—¡Hola! Sí, llegué bien y ¿cómo estás? ¿Qué haces? —hablé sarcásticamente.

—No trates de hacerte la chistosa conmigo —habla entre dientes.

—Morgan, mañana hablamos así que duerme —hable con tono cansado —. Te contaré todo lo que quiera, pero ahora déjame dormir—cuelgo la llamada.

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