Vicente Cooper.
- Oh, hola - salgo de mi ensoñación cuando me llama por segunda vez.
- ¿Puedes sacar la tortita del horno?
- Sí, sí - Muevo la cabeza a los lados para ahuyentar estos pensamientos, este calor que estoy sintiendo consumirme solo puede ser del horno, tiene que ser.
- Ten cuidado de no quemarte - dice preocupado - ¿Dormiste bien? ¿Descansado?
- Sí.
- Entonces presta atención – dice enojada – Tus manos son demasiado preciosas para quedar inutilizadas por una quemadura.
- Estoy atenta, parece que le hablas a un niño - me quejo.
Así que me acerco a ella y trato de agarrar el paño de cocina, pero ella lo sujeta con fuerza y entramos en un tira y afloja tonto.
- ¿Estás sonriendo? - pregunta sorprendido.
- No - Lo niego rápido.
- Tienes un hoyuelo - dice sonriendo y me toca la mejilla.
Aprovecho su distracción y recorro su cuerpo con la tela acercándola a mí, el dulce aroma de su perfume invade mis fosas nasales.
- Me haces sonreír, ángel.
- Si viniera de otra persona pensaría