Capítulo VII

Tauzín apartó la cara para poder escupir el alimento que le dio Erika, esa sopa era peor que la comida de Rosario. El único movimiento que podía hacer era lo que le permitía huir de la condena de hambre que Coral le impuso al decir que Cheverría lo atendería en todo.

Miró la hora, hecho que repitió la castaña que exhaló agradeciendo —tanto como él— que debía irse. Se despidió con un beso en la mejilla después de limpiarlo, de ahí hasta las ocho de la mañana los empleados de la casa Cavet serían los que se harían cargo.

Seis semanas habían pasado desde el accidente, y aún no encontraban a Rosario, sabía que su madre contrató personal para su búsqueda, pero lo cierto es que parecía que alguien la estuviese escondiendo. Escuchó los pasos de Dante y le sonrió, el hombre de oj

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