Capítulo 6
Raúl me miró fijamente, con sus ojos bajando hacia donde debería haber estado el aroma de Marcos. Nuestro vínculo de pareja se retorció con su creciente horror.

—¿Qué haces aquí? —Su voz se quebró, áspera de miedo—. ¿Dónde está Marcos?

Lo ignoré, girándome hacia la puerta, con los libros favoritos de Marcos apretados contra mi pecho. Su colgante de lobo ardía en mi bolsillo.

Raúl agarró mi brazo, con desesperación. Su mano tocándome, que alguna vez me trajo consuelo, ahora hacía que mi piel se erizara.

—Luz, ¡respóndeme! ¿Dónde está nuestro hijo?

El gruñido de Alejandro vibró a través del suelo. —Quita tu mano de mi cuñada, o te arrancaré el brazo.

—Está muerto. —La voz de Catalina resonó con cruel satisfacción, con su cabello plateado reflejando la luz de la mañana—. Ese pequeño asesino débil no pudo soportar una dosis adecuada de plata. Igual que su madre, sin linaje, sin fuerza.

Raúl retrocedió tambaleándose, como si hubiera recibido un golpe. —¿Plata? No... No, no puedo creer lo hi
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