Nina
El aire entre nosotros era sofocante. Los ojos de Enzo, normalmente de un cálido marrón que me recordaba a una acogedora y crepitante chimenea, tenían ahora un tono tormentoso e incierto.
Estaba dolido, eso era evidente.
"Me estás preguntando si abortaría sin decírtelo", susurré por fin, rompie