Nina
El aire de la noche se volvió frío cuando Enzo y yo llegamos a casa. Estacioné la camioneta en la entrada y miré a Enzo, que tenía las mejillas coloradas por la última copa en el bar con sus compañeros de equipo.
"Tienes las mejillas rosadas", bromeé, dándole un codazo.
Enzo sonrió y me quitó d