Recogimos leña en silencio durante un minuto, pero yo tenía preguntas candentes que necesitaban respuesta.
“Conocías a ese tipo, ¿verdad?”, le pregunté.
Se detuvo y suspiró, asintiendo. “Sí, lo conocía. No sabía que era un hombre lobo. Me mintió... me lo merezco por conocer a extraños en Internet”