“No... te muevas”.
La voz del desconocido venía justo de detrás de mí. Fui a gritar, pero una mano enguantada me tapó la boca y un brazo delgado me rodeó la cintura. Lo único que pude hacer fue cerrar los ojos con fuerza y esperar que mi destino fuera, al menos, rápido e indoloro.
Los gruñidos aum