Enzo
Después de dejar a Nina en su residencia la noche en que fue atacada por Lisa, volví inmediatamente a la comisaría.
“Vengo a llevarla a casa”, dije, señalando con la cabeza la celda donde estaba Lisa. Estaba sentada en el catre, visiblemente incómoda y cubierta de sudor. Ya había tenido mis sospechas antes, pero ahora que la veía, me daba cuenta al instante de lo que le había pasado a un kilómetro de distancia: la había mordido un hombre lobo sin escrúpulos. Solo era cuestión de tiempo que ella misma se convirtiera en uno y escapara de aquella celda, matando a todos los presentes. Tenía que llevarla a una bruja antes de que fuera demasiado tarde.
La funcionaria que estaba sentada en la recepción se dio la vuelta y miró a Lisa, luego volvió a mirarme a mí.
“Eres Enzo, ¿verdad?”, dijo la agente. “He visto tus partidos de hockey. Eres muy bueno”.
Suspiré y repetí mi afirmación. “Estoy aquí para llevarla a casa. ¿Puede irse?”.
“Podrá irse por la mañana”, respondió. “Su inf