Solomillo y crema de hongos

¿Era en serio?

Vino al bistró a la hora del almuerzo para acosar a los meseros con preguntas sobre la calidad de los productos y, ahora que me tenía en frente, super atareada en la cocina, se quedaba callado.

—¿Señor? —le pregunté.

—Señorita, digo, chef, creo que ya ayer me disculpé con usted por el impase —dijo—. Si no quedó claro que mi actuar estaba dirigido a eso, lo lamento, pero ya me disculpé y no volveré a hacerlo.

—Esto no tiene nada qué ver con lo de ayer, señor, sino con lo que busca usted hacer hoy —le dije, sin quitar mis manos de la cintura y con el pecho erguido un poco más de lo normal.

—¿Lo que busco? —preguntó, con un asomo de risa en su tono— Lo que busco es que me sirvan un almuerzo, eso es todo.

—¿Y por eso debe entonces usted atormentar al mesero con preguntas sobre la calidad de los productos? Si no confía en que yo misma he seleccionado lo mejor, no sé qué hace aquí, habiendo tantos restaurantes cerca.

Se levantó e intentó intimidarme con sus casi dos metro
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