—¿Dónde demonios se habrá metido Leia? – se preguntó el pelinegro al marcarle por quinta vez en esas tres horas que la había estado buscando y el aparato le negara el tono.
—¡Ey, James! – Saludó un alegre ojiazul —¿Qué haces? – llegó hasta él en el estacionamiento del campus de la universidad.
Erick recién llegaba, y James estaba por marcharse.
—Intento comunicarme con Leia, pero no responde el móvil— respondió James con fastidio.
—¿Y se puede saber para qué la buscas? – Cuestionó curioso su joven e inseparable amigo.
James rodó los ojos— Leia le dijo a mi madre lo de Emireth— respondió agriamente.
Erick abrió los ojos con sorpresa— ¡Wow! &