—¿Y no se supone que deberías estar en tu habitación? – cuestiono Darlene.
La niña asintió — Sí, pero como estoy un poco mejor, me dejan venir a visitar a otros pacientes — explicó sin darle mucha importancia.
—Y te quedaste con Emireth, ¿por qué…? — preguntó extrañada sabiendo de antemano que a su amiga no le resultaban muy agradables los niños.
Astrid se encogió de hombros.
Justo cuando Darlene veía a la niña acercarse y ver a Emireth, ésta abrió los ojos.
—Mire, despertó –
Darlene se acercó y también la vio a la cara.
Los ojos de Emireth se abrieron y cerraron un par de veces acostumbrándose a la luz tras los rostros de Darlene y la ni&n