Mundo ficciónIniciar sesión~ Amalia ~
Me pegué a la estantería de metal frío con la desesperación de un animal acorralado. El ruido de los pasos de Dante descendiendo por la escalera metálica, acabando con aquel silencio que había en el Búnker. Mi corazón latía tan fuerte que temí que el sonido traicionara mi escondite. Mi mente de francotiradora tomó el control. Analicé la situación, estaba detrás de una pared de archivadores llenos de reportes financieros, el único camino de escape era el pasillo que llevaba al laboratorio químico. Si Dante se dirigía a su mesa de operaciones central, tendría una oportunidad para deslizarme. La figura de Dante emergió de la oscuridad, vestido con su esmoquin impecable, un contraste grotesco con el ambiente de laboratorio clandestino. No estaba solo, a su lado, para mi horror, estaba Marcus. Aquel hombre musculoso que parecía ser su guardaespaldas. — Te dije que revisaras el perímetro, Marcus. — La voz de Dante era baja, cargada de una frustración tensa. — Y no me refiero solo al exterior. El problema viene de dentro. — El sistema de seguridad en la oficina está inalterado, Dante. — Respondió Marcus, con esa voz áspera que rara vez usaba. — El reloj está en su sitio. — El reloj estuvo en mi bolsillo la última hora, Marcus, es la única forma de que la estantería se haya movido. Alguien entró en mi oficina, alguien sabe sobre El Búnker. Mientras hablaban, se dirigieron hacia el centro de la sala, justo al lado de donde yo estaba. El pánico se convirtió en una necesidad de actuar. Dante caminó hacia el tablero de corcho donde estaba la foto del padrino Moretti, su padre, tachada con un círculo rojo. La ignoró, su atención se centró en la mesa de operaciones de acero. — La fórmula que mi padre puso en las calles es una estupidez suicida. — Dijo Dante, tomando una jeringuilla sellada de una caja refrigerada. — Marcus, necesito que tomes esto y lo disperses a través de la red de Leo antes del amanecer. Diles que es un "potenciador de pureza" de nuestra nueva línea. — ¿Y si es una trampa? — Preguntó Marcus. — Si es una trampa, es el costo de la guerra. Pero si conseguimos detener la masacre, los Gallo sabrán quién tiene el control real, el caos es su jugada. La estabilidad es la nuestra. Dante tenía el antídoto en la mano. Para mí, seguía siendo el enemigo, el hombre que controlaba esta sustancia letal. No importaba su motivación, él era el centro de la red. Mi ventana de oportunidad se abrió cuando Marcus se movió hacia el laboratorio químico para empacar la jeringuilla. Con movimientos fluidos y sin respirar, me deslicé hacia el pasillo lateral que conducía a la sala de servidores. Tenía que encontrar un ordenador conectado a la red para descargar los archivos que demostraran la orden de ataque contra mi padre. Llegué a la sala de servidores, un cubículo frío y ruidoso lleno de luces parpadeantes. Era mi especialidad, rápidamente, conecté el diminuto disco de memoria del encendedor plateado de Dante que había robado en la oficina con mucho cuidado. Mi objetivo no era robar todos los datos, sino buscar una palabra clave: "Barnes." La pantalla parpadeó. El disco contenía registros de comunicaciones encriptadas, presioné la tecla de búsqueda, temblando de anticipación. Los resultados aparecieron casi de inmediato, cientos de archivos marcados como "Seguridad Interna" y "Flujo de Capital" Abrí el archivo principal "Proyecto Fuego Rojo" La descripción era críptica, asegurar el control de la corporación... Neutralizar al ejecutivo principal... Usar el canal de la droga. ¡Bingo! El corazón me dio un vuelco. Él había ordenado el ataque, Dante era el culpable. Justo cuando mis dedos se movieron para iniciar la descarga masiva, la pantalla se congeló, reemplazada por un único mensaje "Sistema de Intrusión Detectado, bloqueo Manual en curso" El error que cometí en la oficina, abrir la puerta con el reloj, había activado una alerta silenciosa. Me quité el disco de memoria de la terminal. Había perdido la oportunidad, si no me iba ahora, Dante me encontraría. Corrí fuera de la sala de servidores, justo a tiempo para escuchar el grito sordo de Dante desde el centro del Búnker. — ¡Marcus! ¡La estantería! ¡No podemos cerrar el acceso! Marcus había regresado del laboratorio. Me deslicé detrás de una mesa de autopsias de acero inoxidable, conteniendo la respiración. — ¡Hay huellas de zapatos aquí! ¡Alguien estuvo aquí, y acaba de usar un terminal! — Rugió Dante, su voz traicionando una furia que nunca antes había escuchado. Marcus se movió hacia el pasillo donde yo estaba escondida. Yo tenía una ventaja, conocía la distribución, y él no esperaba encontrar a la mujer que acababa de cenar en un esmoquin, escondida en un traje de licra. Mi única esperanza era la escalera. En un movimiento desesperado, arrojé el encendedor de Dante, sin el disco de memoria, hacia el lado opuesto de Marcus. El sonido metálico resonó. Marcus giró instantáneamente hacia la distracción. En ese segundo, corrí en la dirección opuesta, hacia la escalera. — ¡Está cerca! ¡Dante! — Gritó Marcus, pero yo ya estaba subiendo los escalones a toda velocidad. Al llegar a la cima, me lancé hacia la estantería abierta. Presioné el reloj en la ranura con mi mano temblando. La madera se deslizó, cerrándose con un whoosh silencioso. Un segundo después, escuché el rugido de Dante abajo. — ¡Amalia! ¡Te mataré! El grito no fue de un capo de la mafia amenazando a un enemigo, sino de un hombre traicionado en su propia casa. Me puse el reloj en el bolsillo del mono. Salí de la oficina, cerré la puerta con cuidado y corrí de regreso a mi suite. Me quité el mono, volví a ponerme el camisón y me metí en la cama, mi cuerpo temblaba. El disco de memoria estaba escondido, yo estaba a salvo. Ahora sabía lo que necesitaba, él me mintió. Él ordenó el "Proyecto Fuego Rojo" para neutralizar a mi padre. No importaban sus problemas familiares con su padre, él fué el que apretó el gatillo. Mi misión ya no era encontrar la verdad, era el momento de la ejecución.






