Capitulo 13

~ Amalia ~

El tacón de aguja de mis botas resonaba sobre el mármol pulido.

La boutique más exclusiva de la ciudad, con la Tic Tac de una cuenta regresiva.

El lugar era una jaula de terciopelo, cristal y espejos dorados, un santuario donde el silencio era tan caro como las prendas que colgaban de los percheros.

Me sentía como un animal exótico siendo preparado para una exhibición, una pieza de ajedrez que Dante Moretti acababa de mover en su tablero de sangre y poder.

Lucas me seguía a un paso de distancia, su presencia era un recordatorio constante de mi falta de libertad.

A su lado, Eleanor, la asistente de Dante, revisaba su teléfono con una expresión de aburrimiento calculado.

Para ellos, yo era solo un trámite, un objeto que debía ser pulido antes de la gran función que tenía Dante.

Pero por dentro, mi mente era una colmena de pensamientos frenéticos.

Dante no había confesado nada en la oficina, pero su silencio me dolían más que una mentira directa.

¿Estaba caminando al lado del hombre que destruyó a mi padre? ¿O estaba siendo utilizada por el único que podía llevarme al verdadero culpable?

— El Señor Moretti fue muy específico, señorita Barnes. — Dijo Lucas, su voz cortando el aire tranquilo de la tienda. — Necesita algo que proyecte dominio y linaje, nada de la ropa de oficina que usa para esconderse. Mañana no es solo una reunión, es una declaración de guerra.

Una estilista de rostro pálido y manos delgadas se acercó, sosteniendo tres fundas de seda.

Me condujo a un probador que era más grande que mi primera habitación de estudiante, estaba completamente rodeada de espejos que me obligaban a mirar mi reflejo desde todos los ángulos posibles.

Me desnudé con movimientos rápidos, sintiendo el frío del aire acondicionado en mi piel.

Mi traje sastre quedó amontonado en el suelo, una reliquia de mi vida anterior.

Al tomar el primer vestido, una seda blanca tan pesada que se sentía como una segunda piel, sentí un nudo de náuseas y excitación en la garganta.

El blanco era el color de la inocencia, algo que yo había perdido hacía mucho tiempo.

Al salir del probador, el silencio en la boutique se volvió más fuerte.

Lucas levantó la vista y, por una fracción de segundo, vi una chispa de sorpresa en sus ojos antes de que su máscara profesional volviera a caer.

Eleanor, por otro lado, apretó los labios, una clara señal de envidia que me dio una pequeña y retorcida satisfacción.

— El blanco es peligroso. — Comentó Eleanor, guardando finalmente su teléfono. — Es un color que se mancha fácilmente con la sangre, además no te queda el blanco.

— Entonces tendré cuidado de no ser yo quien la derrame. — Respondí, mirándome en el espejo.

El vestido se ceñía a mis curvas con precisión, y el escote era una invitación al peligro.

Ya no parecía la heredera Barnes en duelo, parecía una reina de la mafia lista para reclamar un trono.

Me acerqué a Lucas, acortando la distancia hasta que pude ver el reflejo de las luces doradas en sus pupilas.

— Hablemos de negocios, Lucas. Sé que tu jefe no me ha traído aquí solo por mi cara bonita.

Lucas se puso rígido, su mano se cerró instintivamente sobre el maletín que llevaba.

— Usted sabe demasiado para ser solo una acompañante, señorita Barnes.

— Sé lo suficiente para entender que Dante está desesperado. — Ataqué, bajando la voz a un susurro cargado de veneno.

Lucas dudó. Miró hacia la entrada de la tienda, asegurándose de que nadie escuchara, ni siquiera los guardias que Dante había apostado afuera.

El drama de la traición familiar flotaba entre nosotros como una niebla blanca.

— Un hombre de negocios y tan peligroso como Dante debe de tener a una persona en la cual confíe y no somos nosotros, ya sabe hablo de un vínculo romántico.

— ¿Así que soy el sello de aprobación de un monstruo? — Pregunté, sintiendo un escalofrío.

— Es usted la única que puede evitar que esta ciudad arda, Amalia. — Intervino Eleanor, acercándose con una mirada afilada.

— ¿Que esta ciudad arda?

Me giré hacia el espejo, observando mi imagen.

La contradicción me desgarraba por dentro.

Si ayudaba a Dante, estaba traicionando la memoria de mi padre al aliarme con la mafia.

Pero si no lo hacía, el culpable seguiría libre, y el caos destruiría lo poco que quedaba del legado de mi familia.

Recordé los planos de El Búnker que había memorizado.

Todo lo que necesitaba era entrar, encontrar las pruebas de quién dio la orden contra mi padre y luego... terminar con esto.

— Necesito zapatos. — Dije, mi voz ahora era una orden. — Unos con los que pueda caminar sobre cristales y vidrios rotos si es necesario.

La estilista trajo unos tacones negros de suela roja, afilados como dagas.

Al calzármelos, sentí que la transformación estaba completa.

— Una cosa más, Lucas.

Añadí, mientras él pagaba toda la suma de dinero con una tarjeta negra sin nombre.

— Dile a Dante que acepto el papel, seré su Moretti por una noche, pero recuérdale lo que le dije en la oficina, un arma cargada no tiene amigos. Y si en esa cena descubro que me está usando para encubrir su propia mano manchada, no habrá nada que pueda salvarlo de mí.

Eleanor me miró con una furia indescriptible en sus ojos.

Lucas asintió, una sombra de respeto o quizás de miedo cruzó su rostro.

Salimos de la boutique y el aire de la noche de New York me golpeó el rostro.

Los guardias abrieron la puerta de la limusina negra que me esperaba.

Al entrar en el interior de cuero, me sentí sumergida en la oscuridad una vez más.

Mañana sería el día.

Mañana me sentaría a la mesa con los lobos, vestida de blanco, fingiendo ser la aliada del hombre que más odiaba.

El drama apenas comenzaba, y mientras la ciudad brillaba a través de los cristales tintados, supe que Amalia Barnes había muerto oficialmente en ese probador.

La mujer que quedaba solo vivía para una cosa, la verdad, sin importar cuántas mentiras tuviera que vestir para alcanzarla.

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